Sabía perfectamente que mi vida iba a ser difícil.
Si bien no sabia si mis padres volverían, para mi seguían vivos, quería creer eso. Pero cada día que pasaba, las esperanzas disminuían gradualmente, aumentando el dolor.
El orfanato era un lugar realmente tétrico. Con sus ventanas y puertas viejas, pintura gris opaco y cortinas amarillentas, el edificio no daba la mejor impresión.
En el sector de mujeres, éramos 57 chicas, todas nos conocíamos relativamente bien
-Rose queremos hablar contigo- se escucho a mis espaldas.
-¿Qué necesitan?-respondí mecánicamente, no quería levantarme del suelo, mire de reojo a la señorita Church.
Ella era una de las mejores señoras de la institución, era una mujer sin hijos, viuda, que prácticamente vivía aquí.
-Necesitamos que vayas a la dirección.
Me levante de mala gana.
No había cometido ninguna estupidez, no me trate de suicidar, de escapar, ni me pelee otra vez con Mikeila.
Esa era la única chica con que tenia problemas, en realidad también con su clon, Lucia.
Yo no era una persona comúnmente violenta, solo que ellas dos empezaron a hablar de mis padres y dijeron que me habían abandonado, siendo que mis padres habían desaparecido.
Acaricie el collar de mi mamá, que ahora rodeaba mi cuello.
Ya en el edificio, estaba subiendo las escaleras, cuando tropecé.
Estire los brazos, prepandome para la caída.
Pero nada.
Nada de suelo, ni dolor.
Solo la calida sensación de unos brazos rodeándome para evitar mi caída.
Y mis manos estaban apoyadas en su fuerte pecho, en ves del suelo.
Levante la vista con cautela, y me encontré con unos maravillosos ojos color gris.
Era un chico realmente guapo, tenia el pelo marrón chocolate, labios finos y delicados.
Pero había algo en el que me causaba una especie de temor.
Un escalofrió recorrió mi columna vertebral.
Alguien a nuestras espaldas tosió sonoramente. Los dos dimos vuelta la cabeza rápidamente, pero el no me soltó.
Yo baje los brazos y los puse a mis costados.
Era la señora Chuch .Sentí que mis mejillas ardían, literalmente.
El me volvió a mirar y lentamente, me soltó.
Me mantuvo la mirada, por no se cuanto tiempo y me dedico una hermosa sonrisa torcida.
-Me llamo Anthony – me dijo, y me extendió su varonil mano, de dedos largos y finos.
-Rosalie- dije estrechando su mano.
Otro escalofrió recorrió mi cuerpo ante el contacto de su mano con la mía.
-Señorcito, ¿podría dejar de coquetear con la señorita Cooper?
El soltó un bufido, y, nuevamente, me miro fijo a los ojos.
En mi mente resonó la frase “fue un gusto conocerte, ojalá nos veamos pronto.” Y sin más se fue
Lo más atemorizante, es que era su voz.
Me di la vuelta para pedirle una explicación.
Pero el ya no estaba.
